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José Martí

Remar entre todos

El domingo estamos ante una gran cita a la que nadie podemos fallar. Hay que seguir sin desfallecer, animando hasta el final. Quedan seis finales en el Ciutat y hay que sacar los 18 puntos.


En esta tierra somos de mucho ruido y entusiasmo, pero de poco fundamento. Tan pronto nos vemos ya ascendidos por enlazar una racha de veinte partidos sin perder, como damos por sentado que todo es un desastre tras caer goleados en Huesca. Es la inevitable naturaleza ciclotímica del carácter valenciano, como el clima del calor súbito, el "esclafit" de un buen masclet o las fallas. En esta tierra somos exagerados y de extremos. Y ni tanto ni tan poco. Ni antes éramos tan buenos ni ahora somos tan malos. Al “equipazo” de una jornada atrás se le pide la eutanasia en la siguiente. Ni el Levante iba a no perder ningún partido hasta el final de temporada, ni tampoco -a tres puntos del líder- nos hemos quedado descolgados de ninguna lucha por ser campeones dentro de doce jornadas.


Deberíamos ser más mesurados y ecuánimes. Es cierto, Bouldini no es Uzuni, ni Soldado Jorge Molina, ni Wesley Stoichkov (quién, por cierto, es de Cádiz y también se apellida Molina). Pero no podemos griparnos cada vez que jugamos un partido decisivo para asaltar el liderato, ni proceder a impecables ejercicios de autodestrucción por el estrépito oscense. El nuestro es un equipo con unas carencias innegables (y más con siete bajas), pero también posee muchas virtudes que le han hecho auparse con autoridad en puestos privilegiados desde hace bastantes jornadas. Un conjunto justito para ganar… pero también para perder.


Deberíamos ser más mesurados. Ni el Levante iba a no perder ningún partido hasta el final de temporada, ni tampoco -a tres puntos del líder- nos hemos quedado descolgados de ninguna lucha por ser campeones dentro de doce jornadas.

El sábado nos chirriaron en los oídos los exagerados calificativos de la afición tras lo de El Alcoraz, con términos como “ridículo”, “pechofríos”, “mercenarios” o “ruina”. Supongo que son impulsos inevitables a cierta edad. La juventud se lo toma todo a la tremenda. Luego con los años te atemperas y te das cuenta de que este tipo de disgustos tan solo son inevitables golpes de realidad que te hacen bajar a la tierra y pisar el barro. Las cosas son así y hay que apretar los dientes. El Levante jugó en Huesca una de sus mejores primeras partes de la temporada, solo que no marcó… aunque también fue una de sus peores segundas partes y por eso salió goleado.


Toca pasar página, aprender de los errores y vencer al Albacete. No hay otra. El domingo, a tenor de los ecos que nos llegan desde la Mancha, las gradas del Ciutat amenazan con repetir la misma imagen de la invasión blanca de los hinchas alemanes del Frankfurt Balompié en el Camp Nou. Como poco. No nos extraña. Son “seis puntos” en juego para poder engancharse a la cabeza. Pau Ballester debe estar ensayando en alemán la bienvenida inicial. Pero la anunciada marea blanca del Eintracht de Albacete no puede ser el factor clave del partido que intimide a los nuestros en feudo propio. Los motivados germanos castellanomanchegos no pueden animar más que la hinchada granota.

Hay que volver a dar el do de pecho y estar con el equipo. Aunque viajáramos a Huesca y volviéramos decepcionados. Hay que seguir sin desfallecer, animando hasta el final, remar entre todos. Quedan seis finales en el Ciutat y hay que sacar los 18 puntos. Es una gran cita a la que nadie podemos fallar. Hay que estar a la altura de las circunstancias. O no.

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