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José Martí

Optimismo turolense

La pretemporada del Levante UD ha acabado con buenas sensaciones. Sobre todo por el regreso del primer equipo a Teruel.


La pretemporada granota invita al optimismo, más allá de los resultados puntuales. No solo por la salida de Dani Gómez sino por los marcadores cosechados (ni una sola derrota), la buena imagen ofrecida de equipo rocoso y competitivo, el entusiasmo de Julián Calero y las ganas de los más jóvenes que evidencian que ninguna marcha antes del 31 de agosto supondría un drama (¿verdad Pablo Martínez?).

 

El entorno granota irradia seguridad y confianza en plan “a la tercera va la vencida”. A partir del sábado sabremos la auténtica fiabilidad del grupo, pero sobre todo hay un dato irrefutable que nos hace disparar la certeza del éxito: el Levante ha recuperado las buenas costumbres y ha regresado en pretemporada al Estadio Pinilla de Teruel. Llámenlo manía, superstición, leyenda urbana o como quieran, pero siempre que el primer equipo ha disputado un encuentro estival en la capital mudéjar la temporada ha ido bien. Incluso hay quien fecha el inicio del declive de Quico Catalán en el abandono de la tradicional visita a Teruel, sustituyéndolo por el envío del filial. Y no es lo mismo.


  A partir del sábado sabremos la auténtica fiabilidad del grupo.

Pudimos presenciar el inicio de la leyenda, el primer partido jugado en Pinilla tras la concentración de Oliva en julio de 2008, con aquél nuevo Levante resurgido de las cenizas de la mano de Luis García Plaza. Después, durante más de una década, los granotas acudimos puntuales a la cita turolense de manera ininterrumpida.

 

Disfrutamos en el estadio del CD Teruel. Es uno de esos campos de la Liga RFEF con personalidad, donde todavía se puede saborear el fútbol de siempre, estilo El Collao de Alcoy: cuenta con una cantina situada en la grada donde sirven cerveza ¡con alcohol!; en el descanso se sortea un jamón frente a tribuna mientras la chiquillería corretea por el cuidado césped; y el partido se puede seguir a pie de campo apoyado cómodamente en la valla.

 

Teruel como amuleto, como leyenda veraniega futbolística inseparable semejante a la de los Amantes Isabel de Segura y Diego de Marcilla. Ahí está la Manzanera del recordado Mikel Barrachina como vivero de granotas aragoneses.

 

En el breve relato "En busca del Torico de Teruel", el chileno Roberto Bolaño sueña que el Torico camina a su lado y le pregunta si cree que Teruel existe. Antes de que Bolaño pueda contestar afirmativamente, el Torico se da la vuelta y dice: "No, mejor no me lo digas". A los levantinistas ni siquiera nos preguntaría, porque sabe que se ha convertido en clave para augurarnos un buen futuro en los siguientes meses. No solo existe, sino que es fundamental. A partir del sábado lo sabremos. O no.  

 

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