Hay que pelear hasta el final porque matemáticamente aún es posible, pero virtualmente estamos fuera después de una temporada mediocre con 17 empates.
Este Levante nos recuerda a un amigo de la universidad que no tocaba un libro en todo el curso, pero el mes de exámenes finales lo pasaba a base de cafés, agobios, apuros, cálculos raspados y urgencias al límite.
El Levante lo hizo bien frente al Eibar pese a empatar. Desplegó ganas, buen juego y ocasiones. Mereció ganar… aunque demasiado tarde. ¿Por qué no jugó así antes? ¿por qué no le entraron estas urgencias hace diez jornadas? Aun así, algunos siguen autoengañándose proclamando sin rubor que, en realidad, todavía había margen para sacar diez de los últimos doce puntos. Sostienen que si se gana a Eldense, Alcorcón y Huesca daría para entrar en play off. No. Hay que pelear hasta el final porque matemáticamente aún es posible, pero virtualmente estamos fuera después de una temporada mediocre con 17 empates. No conseguir ni siquiera entrar en la repesca como el curso pasado es un fracaso sin paliativos con Felipe Miñambres como máximo responsable.
Somos el Levante. Nada es fácil. Llega el momento de terminar la temporada lo mejor posible y volver a empezar como hemos hecho tantas veces. No hay otra. No nos podemos rendir. Podríamos recitar con Confucio su famosa máxima: “nuestra mayor gloria no se basa en no haber fracasado nunca, sino en habernos levantado cada vez que caímos”.
Aunque, puestos a citar frases célebres, nos quedamos con la de Henry Ford, “el fracaso es solo la oportunidad de comenzar de nuevo de forma más inteligente”. Llega el momento de decidir las bases que sostendrán la próxima temporada: si se opta por mantener los mismos cimientos al tener contrato en vigor y darle una nueva oportunidad a Miñambres tras sus reiterados desaciertos y continuos fracasos (sobre todo en el banquillo); o hacer borrón y cuenta nueva, empezar de cero y quitarse de encima un legado que no es propio. Hay mucho en juego. De la opción elegida depende el devenir de la próxima temporada en la que no se deberían volver a repetir errores en forma de mala planificación, desajustes continuos y falta de ambición.
Primero habrá que determinar el proyecto deportivo y la persona que lo pilotará. Danvila parece dispuesto a caer en los mismos errores del pasado inmediato, incluso con Morales.
Contamos con la ventaja de saber a estas alturas dónde estaremos en la temporada 23-24. Hay tiempo suficiente para tomar decisiones de forma sosegada, programarlas bien y plasmar en realidades prácticas la idea de lo que se quiere llevar a cabo. Ponerse a estudiar desde el principio para cumplir los objetivos y evitar aprietos finales.
El problema quizás radique en que, más allá del aspecto económico, no se sepa bien qué hacer ni lo que se quiere. Primero habrá que determinar en qué consiste el proyecto deportivo del futuro y la persona que lo pilotará. Lo de no solo no haber mandado todavía a freír espárragos al excomandante por su intención de regresar con el rabo entre las piernas al club que traicionó sino incluso estar dispuestos a ponerle una alfombra roja hace temblar a muchos granotas. Danvila parece dispuesto a caer en los mismos errores del pasado inmediato. O no.
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