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José Martí

Los milagros existen. O no

Lo del ascenso este sábado es misión (casi) imposible. El partido frente al Oviedo, más allá de intentarlo, es una oportunidad para seguir creciendo y coger confianza de cara a los play-off.

Nos negamos a entrar a valorar el bombardeo mediático mundial por los insultos racistas en Mestalla. Cada palo que aguante su vela. Pero la sucesión de hechos viene a corroborar la infinita capacidad de influencia del R. Madrid para manejar el foco de atención según sus intereses. Nosotros, los granotas, centrados en lo nuestro. Bastante tenemos con lo que se nos viene encima en los próximos días.


El subidón final de la última jornada en Vila-real debe servir para cargarse de moral ante las eliminatorias del “play-off” de ascenso. Para la afición, un ensayo de cómo volcarse con el equipo (impresionante el himno a capella en la Cerámica al terminar el encuentro). Para los jugadores, un cambio de chip con el que limpiarse la cabeza de fantasmas, pasar página y empezar de cero. Para todos, una ocasión para dejarse de lamentos por oportunidades perdidas que ya no volverán. Ahora toca afrontar la última jornada frente al Oviedo donde recuperar juego y sensaciones con una victoria solvente que dé confianza y seguridad en el trabajo realizado de cara al decisivo futuro inmediato.


Porque lo del ascenso este sábado es misión (casi) imposible. Nos engañaríamos si alguien pensara que subiremos. “Lo más increíble es que los milagros existen”, nos dice un forofo guiado por el corazón antes que la cabeza. Es muy difícil vencer de cinco o que el Granada pierda. Aún así, este amigo desplegará todas sus supersticiones habituales en día de partido. Por si acaso. Vestirá los calcetines granotas con la silueta de un jugador saludando como si fuera un comandante, el pañuelo en el bolsillo derecho, lucirá su bufanda de la suerte, entrará por el mismo torno de siempre, acudirá con amigos que garantizan la victoria y rehuirá a otros que considera gafes, estrechará la mano al vecino situado tres sillas más allá…


Ahora no es momento de dudar ni mirar atrás. Tiempo habrá para hacer balance. Es momento de crecer y creer.

Sabemos que lo de las supersticiones no son más que tonterías. Sin embargo ¿qué podemos hacer? Dedicamos horas cada día, meses cada año, años cada vida, a algo sobre lo que no tenemos el menor dominio. ¿Es de extrañar, me pregunto, que nos veamos obligados a celebrar raras e ingeniosas liturgias destinadas a crear la ilusión de que al fin y al cabo sí tenemos el poder en la mano, tal y como ha hecho cualquier comunidad primitiva al verse frente a un profundo misterio, en apariencia insondable?


Hubo una temporada que la sola presencia en la grada de la que es hoy es mi esposa, nos garantizaba al menos un punto. De hecho, en su estreno granota, le metimos cinco al Toledo de Casuco, señal determinante para reforzar nuestra relación. Además, captó enseguida que lo del Levante no es un mero entretenimiento o una válvula de escape, sino una visión muy distinta del mundo y de la vida. Un planteamiento diferente. Lo entendió con claridad. De algún modo, con su comprensión me sentí justificado, libre de culpa. Hasta hoy.


El sábado allí estaremos todos. A muerte. Ahora no es momento de dudar ni mirar atrás. Tiempo habrá para hacer balance. Es momento de crecer y creer. Los milagros ocurren. O no.


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