En Andorra sucedió exactamente lo mismo que en la temporada pasada. Los granotas vivimos en un "déjà vu" continuo, con la sensación de haber vivido antes esta situación... y todos conocemos el final.
“Perder el segundo partido de Liga a estas alturas de competición no es ningún drama, sois unos exagerados”, nos insisten amigos ajenos al club que no entienden el enfado generalizado entre la afición granota por la lamentable derrota andorrana.
Y siguen impartiéndote lecciones: “el equipo marcha bien en la clasificación y no tiene sentido exigir que rueden cabezas ni obligar al presidente a salir a dar explicaciones ante la afición desplazada hasta el Principado” (enorme detalle de Pablo Sánchez, por cierto, mientras los jugadores se escabullían). “También perdió el Espanyol, Tenerife, Valladolid… y el Levante sigue arriba a dos puntos del segundo…”.
No es ese el problema. No han entendido nada. Se puede perder o ganar, pero con dignidad, con carácter, con una idea de juego. En el fondo apelamos a las palabras de Gurdogan tras la derrota en el derbi: “me gustaría ver más enfado y decepción”, o la reacción de Leo Baptistao el domingo llorando de impotencia en el párking a la salida del estadio almeriense. Aquí no vemos nada de eso. A este Levante le puede tanto conformismo, apatía y cálculo ramplón “made in” Calleja.
Los granotas vivimos en un “déjà vu” continuo, con la sensación de haber vivido antes esta situación. En Andorra sucedió exactamente lo mismo que hace un año en idéntico escenario: desbordados y sin ideas.
Calleja no peligra en su puesto porque no hay dinero para despedirlo. Esa convicción debería servir al míster para atreverse a ser más valiente y arriesgado en sus planteamientos.
Lo peor es que, al margen de lo ocurrido en el país vecino, comprobamos cada jornada cómo los paralelismos con la temporada pasada son inevitables: se puntúa con mucho esfuerzo, a base de planteamientos tácticos raquíticos.
Además, el equipo va justito, como pollo sin cabeza, donde cada cual hace la guerra por su cuenta; las lesiones lastran seriamente la plantilla pese a lo cual Calleja se niega a alinear jóvenes de la cantera con ganas; da la sensación de que hay jugadores infrautilizados y fuera de sitio; no se aprovecha el pinchazo de los rivales y se permite que los aspirantes al ascenso se multipliquen, en lugar de ir descartándolos con el avanzar de las jornadas; cada vez que tienen la opción de colocarse líder, a los jugadores les tiemblan las piernas, cuya única máxima transmitida por el míster parece ser no encajar y especular con el resultado… Igual que el curso 22-23 de infausto desenlace.
Por si fuera poco, en el plano institucional también se fía la salvación económica del club al ascenso deportivo en junio, única salida para solucionar los graves problemas de tesorería. ¿No les suena esto?
Pero Calleja no peligra en su puesto. No por nada, simplemente porque no hay un millón de euros para indemnizarle por su despido. Esto, lejos de ser un hándicap, debería servir al propio míster como acicate para, en primer lugar, demostrar en el vestuario quién tiene la sartén por el mango y, además, atreverse a ser más valiente y arriesgado en sus planteamientos… aunque quizás el problema radica más bien en su propia incapacidad para sacar esto adelante. Que no sabe más. O no.
Komentarze