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José Martí

El gran misterio

¿Subiremos? Esa es la gran pregunta que nos hacemos en estos momentos. Mientras llega la respuesta definitiva dentro de tres meses solo nos cabe padecer y hacer fuerza desde la grada. Para empezar, el sábado en Huesca.

Los grandes misterios de la humanidad son cinco. A los habituales interrogantes “quiénes somos”, “de dónde venimos” y “a dónde vamos” se les suman otros dos: “si el Levante subirá” y “si los vecinos descenderán”. Añado un sexto que últimamente, provocado por nuestro preocupante avance alopécico, nos tiene fascinados: ¿hasta dónde se lavan la cara los calvos? Enigmas inescrutables para los que no nos queda más que esperar su resolución mordiéndonos las uñas y “viendo pasar el tiempo”, como le cantan a la Puerta de Alcalá, mírala, mírala.


Pero antes de que pase el tiempo, se despejen dudas y llegue el momento final aún nos queda atravesar un montón de partidos igualados, secuencias de dolor, nervios y marcadores abiertos cruzando el minuto noventa. Mucho sufrimiento concentrado en tan breve espacio. Demasiado, quizás. Y más para los que vamos teniendo cierta edad.


En menos de tres meses y trece jornadas (esperemos) la suerte estará echada y decidido el futuro inmediato de nuestro querido club. El del Levante UD, me refiero. Los otros que aguanten su vela como puedan. Insisto: nos gustaría tener ya la certeza del resultado final. Saber qué pasará porque la inquietud nos corroe y no hacemos más que darle vueltas al calendario, de arriba abajo, comparando jornadas, calculando puntos, analizando, especulando y restando rivales. ¿Seremos campeones de Segunda? ¿caeremos a la repesca? ¿seguiremos imbatidos? ¿Wesley conseguirá algún gol en Liga? ¿alguien de los cinco de arriba por fin empezará a marcar las diferencias? ¿quien logrará el gol del ascenso? ¿Paco López nos pondrá la puntilla? Pero solo cabe esperar. Y ya conocen el dicho, “el que espera desespera”. Ya ven, el fútbol se parece demasiado a la vida.


Puede que todas las ilusiones sean tarde o temprano ilusiones perdidas, el tiempo dirá, pero el que vive ilusionado gana para sí mismo el mejor modo de vivir el día a día de su historia. Y a los granotas, a esperanza e ilusión nadie nos gana.

En el fondo, como escribe el poeta granadino Jesús Montiel, la historia de cualquier hombre, toda historia en realidad, consiste en esperar. Pero mientras tanto caben dos opciones en el aficionado medio: la espera pasiva o la activa. Por eso, centenares de levantinistas no se quieren quedar de brazos cruzados y padecerlo en el sofá de su casa. Están dispuestos a aportar su granito de arena, a formar parte de la historia del ascenso viajando este sábado rumbo a Huesca para acompañar al equipo en la gélida esquina del fondo sur de El Alcoraz, en una nueva versión de las secuencias vividas en Zaragoza, Albacete, Leganés o Cartagonova. Caravana granota. Esa es, además de consumirnos en la espera, la mayor aportación que podemos hacer desde la grada a la racha de imbatibilidad. Nuestro empujón a la plantilla para sumar fuerzas y demostrar a los de Calleja que no están solos.


Al final, la ilusión es lo que nos mueve. Puede que todas las ilusiones (no solo las futbolísticas) sean tarde o temprano ilusiones perdidas, el tiempo dirá, pero el que vive ilusionado gana para sí mismo el mejor modo de vivir el día a día de su historia. Y a los granotas, a esperanza e ilusión nadie nos gana. Nos atrevemos a despejar el cuarto misterio existencialista: el Levante subirá. O no.

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