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José Martí

Crónica de la anormalidad

Lo frecuente se va convirtiendo en normal en el Levante: las numerosas bajas cada semana, la falta de un esquema de juego, el mirar hacia otro lado... y no debería ser así.


A fuerza de acostumbrarnos hemos acabado normalizando situaciones anormales que casi van a terminar convirtiéndose en costumbre. Como que el primer partido de esta temporada del Levante que juegue en domingo vaya a ser en la próxima jornada veinte, frente al Huesca. ¿Recuerdan cuando todos los partidos se celebraban los domingos salvo el partido del sábado? Ahora, en el Levante, es algo excepcional.


Tampoco es normal que a muchos granotas se les hayan quitado las ganas de ir al Ciutat, juegue domingo o cualquier otro día de la semana, porque se van a encontrar con un equipo sin alma, torpe, inofensivo y mal entrenado. Saben que saldrán enfadados. Han logrado desilusionar hasta a los más entusiastas. Algo, se lo podemos asegurar, muy difícil en algunos casos.


Porque no me negarán que es algo atípico jugar con uno más que el rival durante gran parte de la segunda mitad y no chutar a puerta. O que el entrenador se declare encantado con el punto obtenido en lugar de lamentar los dos puntos perdidos y la ocasión desaprovechada en El Molinón. O caer eliminados en la Copa contra un equipo inferior y que no solo no pase nada en el vestuario, sino que casi lo celebren. O que haya jugadores que ni siquiera tengan actitud en el césped y deambulen como alma en pena sin tener claro qué hacer o a qué jugar.   


No es normal que haya habido al menos tres bajas cada jornada por lesión o que hayan aflorado de pronto millones de euros de deuda en el club y no se tomen medidas

 

Se ha convertido en algo corriente que el Levante presente numerosas bajas en todos los partidos de esta temporada.  Siempre ha tenido al menos tres lesionados de la plantilla… y no es normal que nadie se cuestione nada al respecto, como si las bajas fueran algo inevitable y sobrevenido, como los malos arbitrajes. Que no se analice en serio la situación tratando de minimizar situaciones de riesgo en la preparación física, el descanso, la alimentación o la atención médica. A estas alturas no basta con lamentarse del recto femoral del muslo izquierdo. Hay que tomar medidas porque en el fútbol moderno las bajas por lesión son uno de los factores más determinantes.  El mejor entrenador de fútbol es el que sabe manejar el vestuario y el que aleja a sus jugadores de la enfermería. No es el caso.


También resulta anormal, por mucho que se empeñen en mirar hacia otro lado, que en el club hayan aflorado de pronto millones de euros de deuda (hasta 107) y nadie con mando en plaza sea capaz de levantar la voz o pedir responsabilidad alguna. O que no se convoque junta de accionistas antes de finalizar el año y no pase nada. O que Danvila devalúe la plantilla declarándola en venta. Peligrosa espiral. O que anuncie el desmantelamiento del equipo femenino y que, acto seguido, este pierda su primer partido de Liga.

 

Insisto. Lo habitual no tiene por qué ser normal. Que sea arraigada costumbre entre los vecinos futbolísticos protestar antes de cada partido porque el propietario, el señor Peter Lim, esté salvando a la entidad de su desaparición gracias a su gestión económica, no quiere decir que sea obligado hacerlo. Permítanme la intromisión, pero alguien tiene que decirlo.


En cualquier caso, el Levante, en condiciones normales, sería el favorito para vencer al Huesca el domingo en Orriols. Eso sería lo normal. O no.  

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