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José Martí

Coger manía a un jugador

No es bueno ser un "hater" en ningún ámbito, aunque estemos rodeados de ellos. Enfilamos a alguien y lo criticamos antes de tocar el balón. Pero no me negaran que en este Levante hay casos justificados y desesperantes.


Cuando le cogemos manía a un jugador podemos llegar a ser muy pesados. Mis hijos me recriminan que, en cuanto enfilo a alguno, basta que toque la bola para que me queje de él. Y viceversa. Claro, alguna vez me lo echan en cara cuando marca gol o se luce con una acción brillante (lo que apenas ocurre, la verdad).


Todos arrastramos nuestras fobias y filias. Ahí tienen a Brugué, el chico mimado de la afición. En mi zona teníamos un “hater” habitual de Rober Pier y, dos filas más abajo, otro de Soldado. Bastaba que el delantero saliera a calentar para que le gritara de todo. Las pocas veces que marcó, los de alrededor le felicitaban efusivamente. Incluso en una ocasión llegó a abandonar el estadio disgustadísimo cuando el 9 entró a jugar. No podía soportarlo.


Algo así nos empieza a ocurrir con la pareja Cantero-Dani Gómez. Cada vez se nos atraganta más. En Alcorcón fueron desesperantes. Demasiado individualismo, excesivas ganas de pretender agrandar sus números personales al margen del resto. Huyen del juego colectivo. Cada uno va a la suya. Y así es muy difícil porque el fútbol, aunque les parezca increíble semejante perogrullada, es un deporte de equipo. No tiene sentido hacer la guerra cada cuál por su cuenta. Y eso, tristemente, lo vemos con excesiva frecuencia en el Levante de Calleja, no solo en este dúo atacante.

La pareja Cantero-Dani Gómez se nos atraganta cada vez más. En Alcorcón fueron desesperantes. Demasiado individualismo y ganas de agrandar sus números personales.

“Les tienes fobia y eso no es bueno porque te estrecha la mente y el corazón”, me soltó uno a raíz del artículo de la semana pasada titulado “El clásico chupón” dedicado a Dani Gómez. Y concluyó con un “Jose, tienes que madurar”. Es cierto. Lo de ser “hater” no deja de ser una cosa muy de quinceañeros y de odiadores de redes sociales que huyen del diálogo y el razonamiento. De hecho, la expresión que más repite Holden Caulfield, el adolescente protagonista de “El guardián entre el centeno” del mítico Salinger, es “Lo que más odio…”, siendo lo que más odia algo distinto en cada página.


Tendríamos que madurar. Ser más pacientes y comprensivos. Al menos con los jugadores de nuestro querido equipo. A fin de cuentas, no dejan de ser uno de los nuestros. Aunque ellos no lo sientan así, utilicen nuestro escudo solo como trampolín y sean egoístas con el balón… ya estamos otra vez. Perdón. Como ven, el de “hater” es un oficio muy fácil, lástima que no sirva más que para desprestigiar, crispar y enfrentar. Eso lo consigue cualquiera, como comprobamos día a día en nuestra sociedad polarizada. En cambio, comprender, intentar integrar y ser positivo es más complicado, pero ayuda a construir, a vivir mejor.


Pese a todo, estarán conmigo en que algunos no solo nos lo ponen muy difícil, sino que incluso se lo merecen. Y un poco de crítica constructiva tampoco les viene mal. En el fondo lo decimos por su bien. Para que mejoren. Pero que lo hagan durante la semana en los entrenamientos. Y el sábado contra el Eldense a chupar… banquillo. O no.

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