30 años después del Mundial del 94, solo nos quedan las peñas como último reducto del tejido asociativo que gira en torno a los clubes de futbol
El fútbol, como tantas cosas en esta vida, se lo cargaron los yankees. Me explico, el futbol era un deporte de masas que no estaba pensado para mover y generar ingentes cantidades de millones, lo importante era la pasión de los aficionados, la comunión entre los futbolistas, los nuevos gladiadores, y la grada. Lo importante era el tejido asociativo que se generaba alrededor del deporte rey. Pero entonces llegó el Mundial de EEUU de 1994, un país que es tan pobre que solo tiene dinero, y ocurrió lo nunca visto hasta entonces: Nike hizo un anuncio de futbol, cuando hasta entonces solo se habían centrado en el deporte de las canastas. A la multinacional no le importaba aquel deporte de la vieja Europa en el que los clubes no eran franquicias, las ligas no eran negocios privados y las televisiones retransmitían un partido a la semana sin anuncios que interrumpieran el juego, pero lo que sí le importaba era poder captar como nuevos clientes a millones de personas que solo sentían pasión.
A partir de ahí el merchandising, lento pero firme, lo inundó todo. Luego llegaría la comercialización masiva de equipaciones, que empujó a los clubes a perpetrar nuevos diseños para las camisetas, obviando la historia y tradición que las elásticas portan, solo por el afán recaudatorio.
Las peñas son, con toda seguridad, el último reducto del tejido asociativo que gira en torno a los clubes de futbol, son ellas las encargadas de vertebrar la masa social para volver a dotar de una marca distintiva a lo que ahora son sociedades de capital.
Completado el negocio, faltaba exportarlo a todos los rincones del mundo y llegaron los “derechos de televisión”, que han llevado el futbol de la grada al salón. Y esos millones que dan las televisiones en vez de usarlos para reinvertir en los clubes, en la cantera o en mejoras, se utilizó para pagar más por fichajes. Creando una burbuja que ha acabado arruinando a los clubes y, de paso, dejándoles sin identidad.
Pero, como la historia de Asterix y Obelix contra el imperio romano, aún hay una aldea que resiste contra el todopoderoso invasor: las peñas. Son, con toda seguridad, el último reducto del tejido asociativo que gira en torno a los clubes de futbol, son ellas las encargadas de vertebrar la masa social para volver a dotar de una marca distintiva a lo que ahora son sociedades de capital.
En el Levante UD, hace unos meses se abrió paso Ramón Escolano, que ha dado un giro de 180 grados a la gestión de la misma. Con él al mando, la delegación ha comenzado a ser un órgano crítico y constructivo al servicio de los peñistas y de los levantinistas en general.
Así, en la última asamblea, de la mano de Pedro Lizondo, en la delegación de peñas se expuso una visión crítica con la gestión del Consejo de Administración en los últimos años que fue compartida por la práctica unanimidad del peñismo. Pero también se expuso una posición constructiva, y se llegó a plantear, y salió adelante en votación, votar a favor de la propuesta de compra de Danvila siempre que se cumplieran una serie de requisitos, que se resumía en impulsar un cambio en los estatutos de la propia fundación y mejorar el mecanismo de la ampliación de capital propuesto para que los pequeños accionistas pudieran tener mayor facilidad en la suscripción de la ampliación prevista. Como tales exigencias no fueron satisfechas, se votó en contra en el patronato de la Fundación.
Pero hay un hecho que quisiera destacar de esa asamblea de peñas, y es una idea que surgió de uno de los asistentes, exactamente de la peña Cap i Casal, que según me consta es de nueva creación. Desde esta peña se propuso que la delegación de peñas organizase un mercado secundario de compra-venta de acciones, para que, aquellos accionistas que quieran comprar más acciones de aquellas a las que tiene derecho, pueda comprarlas a través de este mercado secundario. La delegación de peñas se encargaría de poner en contacto a los accionistas que quieren comprar con aquellos que renuncian a ello, para que se puedan ceder el derecho de compra entre ellos. De esta manera la Delegación actuaría de intermediaria en pro de una mayor vertebración social y apoyando la ampliación de capital, que redundaría en el bien del club y en un mayor poder de control y fiscalización al nuevo propietario.
Qué grande es ser pequeño y poder ver como renace un tejido asociativo crítico, pero a la vez leal y colaborador con el club. Y es que aquí nada va de nombres, todo va de pasión, de identidad, de amor a unos colores. No está todo perdido y aquello que nos arrebataron los yankees y su futbol moderno se puede recuperar a través del levantinismo de a pie.
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